La cultura corporativa, esencia de la transformación digital
La cultura corporativa es algo tan amplio como inconcreto, que creamos entre todos y que nadie gobierna. Pero acaba siendo el elemento fundamental que define quiénes somos y cómo nos relacionamos con los empleados y con el mercado. Y dado el cambio de paradigmas sociales de las nuevas generaciones, la obligación de adaptarla a ellos es algo inaplazable para la ma yor parte de las empresas.
El cambio en la cultura corporativa empieza poniendo en el centro el empleado porque al fin y al cabo son ellos los que llevan a cabo los cambios a nivel corporativo. El empleado necesita sentirse involucrado, conectado con el lugar donde trabaja, tener poder de decisión y de gestión.
Con esto en mente, analicemos qué cambios de paradigma se han producido en los últimos años que han generado un conflicto entre las culturas corporativas existentes y sus nuevos empleados. Esta confrontación entre los pilares que la funda mentaban en 2010 y los que lo harán en 2020 nos permite des cubrir qué cambios debemos implantar en nuestra empresa para adaptarnos y que van mucho más allá de la tecnología, alcanzando también las estructuras organizativas, las formas de comunicarse, la participación interna en las empresas o la organización del lugar de trabajo. Hablar de Digital Workplace es focalizarse en crear una nueva cultura corporativa que se materializa en herramientas para el día a día que adaptan este paradigma. No lo olvidemos.
Beneficio vs. Propósito
El objetivo de las compañías desde hace ya bastante tiempo es el de crear valor económico para sus propietarios y accionistas, aunque ha tenido efectos adversos como la disminución de la confianza de los clientes, falta de compromiso por parte de los empleados y consecuencias indeseadas en el medio ambiente. Actualmente, a la hora de buscar trabajo las personas prefieren aquellas empresas que tengan un propósito más allá del de ganar dinero. Buscan que su trabajo tenga una repercusión honesta y que haga el bien en la sociedad.
Control vs. Autonomía
En las corporaciones tradicionales solo un número limitado de personas tienen el poder y el conocimiento de todo lo que pasa en la empresa. El control está centralizado y las decisiones se toman de arriba a abajo en la escala de mando. Esto hoy ya no tiene sentido: El ritmo frenético en el que se produce, comparte y se almacena la información es cada vez más rápido. Suelen ser las personas más cercanas a los clientes las que pue- den tomar las mejores decisiones. Así se pueden conseguir resultados más eficaces inspirando a los trabajadores de todos los niveles para que ejerzan un papel clave en la organización.
Planificación vs. Experimentación
Antes se competía por optimizar aspectos como la productivi dad, la eficiencia y la previsión a largo plazo. La planificación era crucial, y eso hacía muy difícil cambiar las decisiones una vez ya habían sido tomadas. Teniendo en cuenta como avanza la tecnología es extremadamente complicado prever el futuro. Por tanto, no tienen ningún sentido gastar tanto tiempo, esfuerzo y dinero en una planificación de plazos tan pro- longados. Sí que encaja en esta situación los métodos agile, enfocados en la experimentación y el aprendizaje inmediato. Se necesita una planificación para evitar vivir situaciones caóticas, pero evolucionándola hacia la experimentación y la iteración.
Jerarquía vs. Red
Las empresas del pasado necesitaban mucha mano de obra para realizar grandes y complejas tareas. Era muy necesaria la figura del manager para coordinar todos los equipos de gente, e incluso para dirigir grupos de managers. Por tanto, las corpo raciones se basaban en estructuras jerárquicas. Gracias a la tec nología y la conectividad que ha crecido de forma exponencial en los últimos años nos han permitido organizarnos mejor y colaborar sin importar las fronteras físicas y virtuales. El trabajo es mucho más efectivo de muchos a muchos, una red conectada con una autonomía cada vez mayor.
Privacidad vs. Transparencia
Antiguamente quién tenía la información tenía el poder y las empresas eran muy celosas de compartir sus datos, ya que era una clara ventaja competitiva que debía ser protegida. Sin em bargo, hoy tenemos acceso a tanta información que es difícil de saber cuál es la realmente importante y útil. Por tanto, son mayores los riesgos de mantener la información secreta que abrirla a los trabajadores de la organización para que puedan trabajar con ella. El gran reto está en agilizar y priorizar la infor mación disponible, dado que su volumen hace casi imposible controlarla y protegerla de forma permanente.
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